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Toxicidad
El cannabinoide más tóxico es el delta-9-THC,
a dosis muy altas producen en animales de experimentación
vómitos, diarrea, temblor y fallo de la coordinación
motora. Su letalidad es muy baja, el cannabis es
considerablemente
menos tóxico en sobredosis que otras drogas de abuso
legales (alcohol) o ilegales (heroína, cocaína,
anfetaminas). Prácticamente no hay muertes por sobredosis
de cannabis empleado solo. La toxicidad crónica es
más difícil de valorar que la aguda. En ratas,
dosis altas de delta-9-THC por vía inhalatoria producen
al cabo de un año pérdida de peso, patología
pulmonar y alteraciones del comportamiento, con hiperreactividad,
agresividad y convulsiones. Algunos contaminantes (herbicidas,
bacterias, hongos) pueden contribuir a la toxicidad del cannabis.
Elevadas dosis pueden producir psicosis tóxica alucinaciones,
sentimientos pavorosos con alteración completa de la
personalidad. Se produce a dosis altas y en consumidores habituales
hasta 3 ó 4 meses después de haber abandonado
el consumo.
Toxicidad aguda
Con dosis altas los efectos psíquicos son cada vez
más intensos. Además de aumentar las percepciones
sensoriales puede haber sinestesia (se "ve" la música)
y pseudo alucinaciones, sin que el sujeto llegue a perder el
control de si mismo, ni la consciencia de que está
sufriendo "alucinaciones". Es posible también
que el estado de confusión desorientación desemboque
en sentimientos de despersonalización y de distorsión
de la imagen corporal, que a su vez, son causa de inquietud,
agitación, ideas paranoides y hasta reacciones de pánico.
Estos efectos suelen ser considerados desagradables aun por
usuarios experimentados, quienes evitan llegar a dosis altas,
pero pueden aparecer en ocasiones con dosis menores, especialmente
en consumidores no iniciados. Entre un 10% y un 30% de los
consumidores habituales declaran haberlos experimentado alguna
vez. Tienden a aparecer con mayor facilidad cuando el entorno
no es favorable y durante 2 a 4 horas como máximo.
No exigen tratamiento médico y desaparecen por sí
mismos.
Las alteraciones en la coordinación motora, acompañadas
por una disminución en la atención y la vigilancia
pueden favorecer los descuidos en la conducción de
vehículos y aumentar el riesgo de accidentes de tráfico.
Ya que los efectos de los cannabinoides son prolongados y
se potencian con otros depresores del sistema nervioso central
(como el alcohol), su consumo es peligroso y de difícil
demostración, ya que aunque los niveles de cannabinoides
en sangre sean muy bajos, éstos continúan actuando
durante cierto tiempo.
Toxicidad crónica
Son los efectos que se producen a largo plazo por el consumo
continuado. Se produce a varios niveles:
-Toxicidad nerviosa: el síndrome amotivacional
se produce en consumidores de altas dosis diarias durante
largo tiempo. Se caracteriza por apatía, falta de
inquietudes, incapacidad para planificar a largo plazo,
introversión y problemas para comunicarse con los
demás, despreocupación por el aspecto personal
y bajo rendimiento. Sin embargo, no es posible establecer
con certeza una relación causa-efecto entre este
síndrome y el consumo de cannabis: la mayoría
de los grandes fumadores de marihuana no lo sufren y la
"motivación" podría reflejar una
alteración previa de la personalidad que es la que
conduce precisamente al consumo de psicofármacos.
Más grave es la llamada psicosis del cannabis, descrita
en Asia y en África en consumidores de muy altas dosis,
como un estado de confusión con delirios y alucinaciones
muy similar a la esquizofrenia. Existen dudas sobre la causa
real de esta afección, ya que no es fácil
diferenciarla de una psicosis que ya sufriese el individuo.
Estudios cerebrales en consumidores de cannabis no han
mostrado diferencias entre los consumidores y los no consumidores.
En personas que consumían simultáneamente cannabis
y otras drogas como anfetaminas, si que se han detectado
signos de atrofia cerebral.
-Toxicidad respiratoria: se deben a que habitualmente
se administra fumando. El humo de la marihuana es similar
al del tabaco, salvo en el gran contenido en cannabinoides
en lugar de la nicotina y por lo tanto, los problemas derivados
del consumo crónico son similares. Sin embargo, existen
diferencias en cuanto al consumo, ya que un consumidor exclusivo
de marihuana tiende a fumar menos que uno de tabaco, aunque
sin filtro y apurando más el cigarrillo. De este
modo el riesgo de bronquitis crónicas, de enfisemas
pulmonares o de cánceres de pulmón es alto
en consumidores de marihuana y hachís, teniendo en
cuenta además que suelen alternar con tabaco.
-Reproducción: no se conocen bien las consecuencias
del consumo crónico de cannabis sobre la reproducción.
En varones, se han detectado modificaciones en los niveles
de testosterona (tanto incrementos como reducciones). En
mujeres, se produce un acortamiento del ciclo menstrual.
Los cannabinoles pueden acceder al feto en mujeres embarazadas,
pero hasta el momento no se ha podido demostrar que produzcan
malformaciones.
-Inmunidad: producen un efecto inmunosupresor, aunque
estudios con sujetos sanos no demuestran que estos efectos
lleguen a ser funcionalmente importantes.
-Toxicidad por contaminantes: la mayoría
de las investigaciones se refieren a la marihuana que se
consume en EE.UU.. Su procedencia principal es México,
cuyo gobierno trata de eliminar las plantaciones de cannabis
rociándolas con herbicidas como el paraquat. El paraquat
es un tóxico sin antídoto que afecta a diversos
órganos, siendo característica la fibrosis
pulmonar. En condensados de humo de los porros de marihuana,
se han encontrado cantidades de hasta 1 miligramo de paraquiat
por porro, cuyos efectos a largo plazo son desconocidos.
También son abundantes las contaminaciones por bacterias
(Salmonella, Klebsiella, Streptococcus o Enterobacter) o
por hongos (Aspergillus). A pesar de que muy posiblemente
estos microorganismos no sobrevivan a la combustión,
se conoce algún caso de salmonelosis o de neumonitis
por Aspergillus en fumadores de marihuana.
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